El 8 de octubre de 1871 un devastador incendio asoló la ciudad de Chicago. Murieron 300 personas y otras 100.000 se quedaron sin sus casas, devastadas por las llamas.
Una pobre inmigrante irlandesa y su vaca fueron acusadas de provocar el incendio. Una noticia de prensa acusaba a la señora O´Leary y su vaca. Entre las buenas y desdichadas gentes de Chicago corrió el rumor de que la señora estaba ordeñando su vaca cuando la vaquita lechera pateó la lámpara de queroseno que iluminaba el establo. Las llamas se prendieron al granero colindante y Chicago ardió aquel día.
La señora O´Leary y su marido juraron hasta la saciedad que cuando se inició el incendio ellos ya estaban en su cama durmiendo.
El caso es que pocos días después, un periodista, Michael Ahern, escribió un artículo que publicó el rumor del vecindario sobre la vaca de la Sra. O'Leary pateando la lámpara de queroseno. El relato era creíble y la noticia se extendió por todo Chicago.
Al final, un artículo del New York Times del 29 de noviembre de 1871 que se titulaba "La vaca de la Sra. O'Leary", relataba el testimonio de la señora O´Leary ante la Junta de Policías y bomberos de Chicago. Declaraba la señora que cuando fueron avisados del incendio por dos hombres, ellos ya se encontraban dormidos.
El esposo de la Sra. O'Leary, Patrick, también fue declaró que tampoco sabía cómo se inició el incendio.
El informe final de la comisión investigadora no indicó la causa del incendio, pero afirmó que posiblemente una chispa que salió de la chimenea de una casa, en aquella noche de fuerte viento, podría ser el origen del incendio.
Los rumores tuvieron más fuerza que las conclusiones del informe y la familia de la señora O´Leary tuvo que mudarse de domicilio para escapar del estigma social.
La Sra. O'Leary vivió amargada y aislada el resto de sus días, bajo el peso de la acusación que responsabilizaba a su vaca de haber causado el desastre del incendio de Chicago.
En su honor, en 1997 el ayuntamiento de Chicago hizo una declaración solemne exculpándola de toda responsabilidad en aquel incendio, restituyéndole así el honor. Y el de su Vaca.
Hoy, una escultura recuerda y reconoce en Chicago la inocencia de la vaca de la Señora O´Leary.